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5 cosas que (quizás) no sabías sobre el olivo

1 diciembre 2014

Son muchos los niños que creen que el aceite sale directamente de la botella que ven en el supermercado, igual que jurarían que la leche viene del tetrabrik. Los adultos ya sabéis de donde viene el aceite. Sí, del olivo… Pero seguro que hay muchas cosas que desconocéis del árbol, más allá del tópico que dice que “es milenario”.

Para saber algo más, ahí van unos cuantos datos para que puedas presumir de cultura del aceite:

1. Los primeros olivos…

Nacieron en la zona que ahora ocupa el actual Líbano, donde aún se encuentra de manera silvestre. De ahí se fueron extendiendo por todo el Mediterráneo y, tras el descubrimiento de América, se exportaron a Perú, Chile, Argentina y México durante los siglos XVI y XVII. El olivo llegó a la Península Ibérica con los fenicios hace unos 2.700 años. Aun así, apareció ‘tarde’ si se compara con el uso que le daban los egipcios (en la tumba de Tutankamón encontraron coronas hechas con ramas de olivos y se tiene constancia de que se importaba aceite de Siria y Palestina) o la importancia que tenía en la economía de Creta, tal y como dejó escrito el rey Minos en el año 2.500 aC.

2. Un árbol sagrado

En la Atenas clásica, por ejemplo, estaba presente en todos los jardines, y estaba prohibido tocarlos; si se cortaban o herían, la pena del destierro caía sobre los culpables. A los dioses griegos Hércules y Atenea se los relacionaba con el olivo. En la Biblia hay unas 400 menciones al olivo o a su aceite, base del ungüento de la unción y la luz que iluminaba la oscuridad de templos y hogares. Dos ejemplos: Jesús rezó en el monte de los olivos y la paloma de Noé que anunció el fin del diluvio universal llevaba una ramita de olivo.

3. Profundas raíces lingüísticas

Debido a su antigüedad, el olivo hunde sus raíces en la lengua de manera tan profunda que en todos los idiomas europeos, por diferentes que sean entre ellos, se define con palabras muy similares. Así, en castellano es olivo (o aceituno), y en catalán es ‘olivera’, ‘olivar’ y ‘oliu’; en gallego ‘oliveira’, ‘oliva’, ‘olivera’ y ‘olivo’; en euskera ‘olibo’, ‘oliondo’, ‘oligai’; en francés es ‘olivier’;  en inglés ‘olive (tree)’; en italiano ‘olivo’; en alemán es ‘olive’, y en portugués, ‘olivier’. Cuando el olivo es silvestre, en castellano toma nombres como acebuche, acehuche, acembuche, azuche, olivo bordizo, oleastro y olivastro.

4. El olivo en la literatura

El olivo ha dejado su huella en la literatura. Los mejores poetas en castellano del siglo XX le han dedicado preciosos versos: Antonio Machado (‘Olivo del camino’), Federico García Lorca (‘Arbolé, arbolé’), Miguel Hernández (‘Aceituneros’), Rafael Alberti (‘¿Qué es un olivo?’), Pablo Neruda (‘Oda al aceite’), Gerardo Diego (‘Torerillo en Triana’), Blas de Otero (‘Canción quince’)…

5. Símbolo de la paz, victoria o castidad

El olivo es el símbolo típico de la paz, con la rama de olivo como gran icono (a la diosa Minerva se la representaba con una en la mano y hoy en día la bandera de la ONU tiene una corona de ramas de olivo abrazando todo el mapamundi como símbolo de la paz universal). Pero, ¿sabías que el olivo también era considerado símbolo de victoria y castidad? A los vencedores de los Juegos Olímpicos, igual que a los guerreros que habían ganado batallas, los coronaban con una rama de olivo.

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